¿Para cuándo la revolución?
Por otro, sus propios seguidores saben que la sangre no llegará al río. Otra vez, como pasó con el peronismo de los cuarenta, esta sociedad encontró la horma de su zapato: un movimiento pendenciero que asusta a las viejas y se adueña del barrio sin necesidad de desenfundar. Argentina es el paraíso terrenal de las revoluciones jarabe de pico.
Las Madres de Plaza de Mayo, por ejemplo, hacen casas para los pobres y dicen que con eso continúan la lucha de sus hijos. ¿Simplemente haciendo barrios? Que yo sepa sus retoños buscaban cambiar el sistema de raíz. Supongo que, a los ojos de los jóvenes setentistas, estas ancianas serían lo más parecido a la Sociedad de Beneficiencia que tanto odiaba Evita; migajas repartidas a un precio muy alto. Cristina misma, en la cumbre de su poder y con la contra acobardada, podría no sólo continuar el famoso modelo, sino darle una vuelta de tuerca fenomenal que cambie los paradigmas.
En lugar de poner un par de directores sin poder en las empresas, ¿por qué no hacer la gran Chávez? El venezolano va a fondo. “¿Para cuándo la revolución, señora?”, es la pregunta. Encima ahora parece que se amiga con el campo… La función histórica del justicialismo es asustar; distracción que se aprovecha en primer lugar para robar, y en segundo para evitar cambios de fondo. La intelectualidad habla de “batalla cultural ganada”, cuando en realidad debería reírse de este coro de ex montoneros avejentados que hace rato largaron el fusil.
Lo peor que le podría pasar al kirchnerismo es que, en vez de cacarear, la oposición lo acorrale y obligue a hacer la revolución que tanto pregona. Van a ver que de los setenta apenas quedan en pie las canciones de Palito Ortega. El kirchnerismo no da miedo, da risa, y esa es su principal debilidad.
Comentarios