Movimiento Cívico-Militar CONDOR – PDNI
Comparte
ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Enviado por Avelino Canga
Por Mons. José
María Arancedo
El 15 de Agosto celebramos la Solemnidad de
la Asunción de la Virgen María a los Cielos, que también se la conoce como
la Fiesta del Tránsito de María o su Dormición, para expresar que ella no
ha sufrido los signos propios de la muerte. La devoción a la Virgen María
tiene en las Sagradas Escrituras y en la Tradición de la Iglesia, su
fundamento más sólido. No podemos hablar de ella si no es a partir del
plan de Dios, esto la hace una devoción profundamente
bíblica.
Al mismo tiempo, la presencia de María
acompañando a los apóstoles en el nacimiento de la Iglesia hizo de ella
una referencia única en el pueblo cristiano. Es, también, una devoción
profundamente eclesial. Es más, la certeza de su maternidad divina, ella
es la Madre del Hijo de Dios, sirvió al Concilio de Éfeso (430) como
garantía para definir la naturaleza divina de Jesucristo. Ella no era la
madre de un hombre, sino la Madre de Dios. La devoción a la Virgen María
es, por ello, expresión de una madura espiritualidad bíblica y eclesial.
Así lo ha vivido la tradición del pueblo cristiano.
El evangelio del día nos habla de este lugar
de María en el plan de Dios, primero en su visita a Isabel y luego en su
Cántico de Acción de Gracias. En el saludo de Isabel se resume la
esperanza del pueblo elegido: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre!”, para concluir con el mayor elogio que
María recibió: “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue
anunciado de parte del Señor” (Lc. 1, 42-44).
Sólo en este contexto comprendemos quién es
la Virgen María; cuando la sacamos del proyecto de Dios, en el que todo se
orienta a Jesucristo, desconocemos el sentido de su elección y su misión.
Ella misma se encargará desde el evangelio en orientar nuestra mirada a su
Hijo: “Hagan todo lo que él les diga” (Jn. 2, 5). Una auténtica devoción a
María nos debe llevar, por lo mismo, a imitar su actitud de fe, para
descubrirnos en el proyecto de Dios y a encontrar, en Jesucristo, el
sentido de nuestra vida. El encuentro con Cristo es la plenitud de la
devoción a la Santísima Virgen.
En su Magnificat nos habla, también, del
proyecto de Dios y es para nosotros una catequesis. Comienza por un
reconocimiento de la grandeza del Señor, que es causa de gozo y gratitud.
Cuando Dios ocupa su lugar el hombre alcanza su verdad de hijo, y en él
recupera su libertad y confianza. La auténtica fe en Dios nos libera de
toda esclavitud. En esta actitud de fe ella descubre la primera nota del
amor de Dios que es su bondad: “miró con bondad mi pequeñez” (Lc. 1, 48),
nos dice.
Continuando, y en el marco de la experiencia
del Pueblo de Dios, nos va a hablar de su misericordia: “que se extiende
de generación en generación”. La misericordia en Dios, lejos de ser un
sentimiento de lástima con el que sufre, es fruto de su amor personal que
sana y eleva a sus hijos. Como hija predilecta de Dios nos enseña a
relacionarnos con él en un clima de confianza y gratitud. Es consciente
que el amor personal de Dios hacia ella implica un llamado, una misión, y
lo vive con la alegría y la humildad de la verdad.
Hoy nosotros somos testigos de aquella
palabra profética, cuando exclama: “En adelante todas las generaciones me
llamarán feliz”. Sí, hoy la llamamos feliz y queremos renovar nuestra
devoción a su condición de Madre y Catequista de nuestro caminar. Que Ella
nos enseñe a descubrirnos en el plan de Dios, al que estamos llamados y en
el que tenemos una misión única y personal.
Mons. José
María Arancedo
Arzobispo de
Santa Fe de la Vera Cruz
Secretaría de
Comunicaciones
Movimiento Cívico-Militar CONDOR - PDNI
Vicecomodoro (R) (VGM) Horacio Ricciardelli -
Presidente
Comentarios