El problema de la minería no es la cuestión ambiental
[Publicado el 20/02/2012] - Existen
otras aristas de la minería con igual o mayor importancia que la
cuestión ambiental. Muchos compañeros kirchneristas cansados del
ecologismo a ultranza plantean la necesidad de explotar los recursos
naturales para impulsar el progreso del país. Sin descuidar la cuestión
ambiental por completo, este razonamiento es acertado. Sin embargo,
cuando se observan los principales rasgos de la política minera se abren
interrogantes sobre su capacidad para fomentar el desarrollo nacional.
Por ejemplo, desde 2003 los gobiernos kirchneristas apostaron fuertemente a la creación de trabajo. Las medidas redujeron el desempleo a menos de un dígito. Se fomentó la ocupación mediante diferentes modalidades, con empleos de calidad y en no pocas actividades de formas precarias similares a las de los ‘90. Como fuera, la reducción de la desocupación es una contratendencia del capitalismo mundial (excepto China) con lo cuál la experiencia argentina constituye una verdadera revolución del trabajo.
La minería realizó su aporte. Hasta 2003 estaba escasamente desarrollada pero a partir de esa fecha el crecimiento del sector fue exponencial, superior al 300%. El balance resulta positivo porque la minería ayudó al crecimiento económico y fomentó la creación de trabajo donde antes no existía. En siete años se crearon 400.000 empleos, un incremento superior al 400%. En general la calidad del trabajo es buena. Como ocurre en todas las empresas altamente tecnificadas y de gran rentabilidad los trabajadores se encuentran en condiciones aceptables. Los salarios promedios se ubican en los 15.000 pesos, una cifra muy superior a las remuneraciones promedio.
Pero aún así, subsiste un tema crítico: el del valor agregado. El problema de la minería no se agota en la variable empleo. Existen otros elementos a tener en cuenta y permiten vislumbrar rasgos neoliberales en la actividad. Un factor central es la escasa presencia del Estado en la actividad. Las empresas actuantes se ven beneficiadas con contratos leoninos. Más allá de la nacionalidad de las compañías mineras (es dudoso que existan empresas nacionales con el capital y la tecnología necesaria), lo cierto es que son favorecidas por una legislación muy benévola heredada de los 90.
La exportación en general -en general- no está grabada con retenciones. Al no cobrarse dicho impuesto la actividad no provee divisas para industrializar el país, mecanismo clásico de los gobiernos peronistas. El contraste es evidente con la actividad agropecuaria donde las retenciones fueron utilizadas para impulsar a varios sectores no competitivos de la economía. La tecnología utilizada es extranjera con lo cuál casi no hay industrias locales proveedores de insumos. Nuevamente surge el contraste con la actividad agropecuaria donde más de la mitad de la producción de maquinaria agrícola es fabricada en el país.
Las regalías que cobran las provincias son muy bajas. No superan el 3% ciento muy por debajo del 12 que se exige a las petroleras. Las diferencias con esta actividad son notables. Las retenciones a la exportación de crudo son del 45%, la exportación de nafta está gravada con un 5% y existe un control de precios internos que impide que el barril de crudo supere los 42 dólares en el mercado local. A todo ésto súmense las renovadas exigencias del gobierno nacional para que las empresas petroleras inviertan e incrementen la producción y resultará evidente las diferencias con la minería.
Los minerales que recibieron más impulso los últimos años, cobre, oro y plata, son extraídos en boca de mina y exportados en bruto. Empresas emblemáticas como Cerro Vanguardia y La Alumbrera destinan la totalidad de su producción a la exportación debido a que no se diseñó un esquema para industrializar el mineral en el país. La actividad no está en sintonía con el planteo de la presidenta Cristina de sumar valor agregado a nuestra producción.
La multinacional Vale ilustra lo expuesto. Planea extraer cloruro de potasio de un yacimiento a 200 km. de la localidad mendocina de Malargüe para luego exportarlo a Brasil. La empresa adquirió y rehabilitó un ramal para trenes de carga que pasa por Neuquén y Río Negro y finaliza en el puerto de Bahía Blanca donde el mineral se embarcará a granel para ser exportado. El esquema es típico de una economía de enclave. Más allá de las diferencias tecnológicas, el caso de Vale puede compararse con la modalidad de la United Fruit en Centroamérica a principios de siglo XX. La lógica económica relegaba otras áreas y reforzaba el modelo primario-exportador.
Considerando nuestra política minero y el modelo económico general, se puede concluir que la política minera está más cerca de la matriz neoliberal que del esquema kirchnerista. Sobre todo en cuanto a los enormes beneficios que obtienen las empresas y la casi nula intervención estatal. El modelo económico K no se puede evaluar por una sola actividad como hace buena parte de la izquierda. La incidencia de la minería en el PBI es del 4,5%. El porcentaje desmiente la idea de un modelo extractivo exportador como principal característica del modelo K. Sin embargo, la minería presenta incongruencias con el resto del modelo resultando ser una de las actividades menos reivindicables de las impulsadas por el gobierno nacional.
Un lector de Bustingorry apunta, con relación a esta nota, que se trata deun excelente aporte para mejorar la puntería sobre este debate que es sumamente complejo porque implica análisis ambientales, culturales, económicos y políticos. De lo que se trata es escoger adecuadamente las proporciones de abordaje general. La defensa a lo Gioja es destructiva, la defensa ambientalmente fundamentalista puede terminar en una frustración. El enfoque expuesto aquí termina comparando el tema minero con el resto de las políticas gubernamentales, y ése es un tema clave. Sobre todo hacia adentro. El NOA es una de las regiones de más antigua ocupación del país, por lo tanto, la transformación cultural que la minería (esta minería) significa no puede ser desdeñada como variable. Y sí se lo está haciendo. Y para los que les tienta hablar primero de números, la comparación con las demás actividades exportadoras de renovables y no renovables también condena la política minera.
Por ejemplo, desde 2003 los gobiernos kirchneristas apostaron fuertemente a la creación de trabajo. Las medidas redujeron el desempleo a menos de un dígito. Se fomentó la ocupación mediante diferentes modalidades, con empleos de calidad y en no pocas actividades de formas precarias similares a las de los ‘90. Como fuera, la reducción de la desocupación es una contratendencia del capitalismo mundial (excepto China) con lo cuál la experiencia argentina constituye una verdadera revolución del trabajo.
La minería realizó su aporte. Hasta 2003 estaba escasamente desarrollada pero a partir de esa fecha el crecimiento del sector fue exponencial, superior al 300%. El balance resulta positivo porque la minería ayudó al crecimiento económico y fomentó la creación de trabajo donde antes no existía. En siete años se crearon 400.000 empleos, un incremento superior al 400%. En general la calidad del trabajo es buena. Como ocurre en todas las empresas altamente tecnificadas y de gran rentabilidad los trabajadores se encuentran en condiciones aceptables. Los salarios promedios se ubican en los 15.000 pesos, una cifra muy superior a las remuneraciones promedio.
Pero aún así, subsiste un tema crítico: el del valor agregado. El problema de la minería no se agota en la variable empleo. Existen otros elementos a tener en cuenta y permiten vislumbrar rasgos neoliberales en la actividad. Un factor central es la escasa presencia del Estado en la actividad. Las empresas actuantes se ven beneficiadas con contratos leoninos. Más allá de la nacionalidad de las compañías mineras (es dudoso que existan empresas nacionales con el capital y la tecnología necesaria), lo cierto es que son favorecidas por una legislación muy benévola heredada de los 90.
La exportación en general -en general- no está grabada con retenciones. Al no cobrarse dicho impuesto la actividad no provee divisas para industrializar el país, mecanismo clásico de los gobiernos peronistas. El contraste es evidente con la actividad agropecuaria donde las retenciones fueron utilizadas para impulsar a varios sectores no competitivos de la economía. La tecnología utilizada es extranjera con lo cuál casi no hay industrias locales proveedores de insumos. Nuevamente surge el contraste con la actividad agropecuaria donde más de la mitad de la producción de maquinaria agrícola es fabricada en el país.
Las regalías que cobran las provincias son muy bajas. No superan el 3% ciento muy por debajo del 12 que se exige a las petroleras. Las diferencias con esta actividad son notables. Las retenciones a la exportación de crudo son del 45%, la exportación de nafta está gravada con un 5% y existe un control de precios internos que impide que el barril de crudo supere los 42 dólares en el mercado local. A todo ésto súmense las renovadas exigencias del gobierno nacional para que las empresas petroleras inviertan e incrementen la producción y resultará evidente las diferencias con la minería.
Los minerales que recibieron más impulso los últimos años, cobre, oro y plata, son extraídos en boca de mina y exportados en bruto. Empresas emblemáticas como Cerro Vanguardia y La Alumbrera destinan la totalidad de su producción a la exportación debido a que no se diseñó un esquema para industrializar el mineral en el país. La actividad no está en sintonía con el planteo de la presidenta Cristina de sumar valor agregado a nuestra producción.
La multinacional Vale ilustra lo expuesto. Planea extraer cloruro de potasio de un yacimiento a 200 km. de la localidad mendocina de Malargüe para luego exportarlo a Brasil. La empresa adquirió y rehabilitó un ramal para trenes de carga que pasa por Neuquén y Río Negro y finaliza en el puerto de Bahía Blanca donde el mineral se embarcará a granel para ser exportado. El esquema es típico de una economía de enclave. Más allá de las diferencias tecnológicas, el caso de Vale puede compararse con la modalidad de la United Fruit en Centroamérica a principios de siglo XX. La lógica económica relegaba otras áreas y reforzaba el modelo primario-exportador.
Considerando nuestra política minero y el modelo económico general, se puede concluir que la política minera está más cerca de la matriz neoliberal que del esquema kirchnerista. Sobre todo en cuanto a los enormes beneficios que obtienen las empresas y la casi nula intervención estatal. El modelo económico K no se puede evaluar por una sola actividad como hace buena parte de la izquierda. La incidencia de la minería en el PBI es del 4,5%. El porcentaje desmiente la idea de un modelo extractivo exportador como principal característica del modelo K. Sin embargo, la minería presenta incongruencias con el resto del modelo resultando ser una de las actividades menos reivindicables de las impulsadas por el gobierno nacional.
Un lector de Bustingorry apunta, con relación a esta nota, que se trata deun excelente aporte para mejorar la puntería sobre este debate que es sumamente complejo porque implica análisis ambientales, culturales, económicos y políticos. De lo que se trata es escoger adecuadamente las proporciones de abordaje general. La defensa a lo Gioja es destructiva, la defensa ambientalmente fundamentalista puede terminar en una frustración. El enfoque expuesto aquí termina comparando el tema minero con el resto de las políticas gubernamentales, y ése es un tema clave. Sobre todo hacia adentro. El NOA es una de las regiones de más antigua ocupación del país, por lo tanto, la transformación cultural que la minería (esta minería) significa no puede ser desdeñada como variable. Y sí se lo está haciendo. Y para los que les tienta hablar primero de números, la comparación con las demás actividades exportadoras de renovables y no renovables también condena la política minera.
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