Urgente: se necesita un culpable
Por Julio Blanck
La instrucción fue dada por la Presidenta y así anunciada por el
ministro Julio De Vido: el Estado se presentará como querellante en la
causa judicial por la tragedia ferroviaria en la estación de Once. De
este modo, el Gobierno pretende ser considerado una víctima del desastre
. Para entenderlo fácil: las víctimas no pueden ser investigadas. Es
una maniobra burda, si se quiere indignante, para intentar esconder la
cuota de responsabilidad oficial en el episodio que costó 50 muertos. Es
el atajo para buscar un culpable afuera , alguien a quien cargarle todo el luto gambeteando el costo político de la tragedia.
Pero
hay cuestiones que desafían el sentido común más elemental: ¿Se puede
investigar a la empresa concesionaria del tren, aún al maquinista a
quien la usina oficial de versiones señala como único responsable, sin
investigar también a un Gobierno que, como es denunciado desde hace más
de seis años, no ejerció los controles operativos que debía sobre la
concesión de un servicio público que termina siendo escenario de la
tragedia? ¿Pueden investigarse seriamente las responsabilidades por las
50 muertes sin poner bajo observación el mecanismo de adjudicación,
control y destino de los subsidios multimillonarios, que permitieron
mantener tarifas muy bajas y al mismo tiempo eludir las inversiones
necesarias para dar calidad y seguridad a los usuarios? En esa fuga
hacia adelante, mecanismo que muchas veces le resultó efectivo al
Gobierno, se inscribieron las primeras, absurdas argumentaciones del
secretario de Transporte el mismo día del desastre. Juan Pablo Schiavi,
hay que recordarlo, habló de la “costumbre argentina” de
ubicarse en los vagones de adelante para salir más rápido del andén
hacia la estación, y de la perfidia del destino que quiso que el
accidente no se hubiese producido el día anterior, que había sido
feriado, como agravantes de la avalancha de muertes.
Aunque quizá
sea aún más curioso que los voceros informales del Gobierno hayan dicho
ayer que la Presidenta había controlado personalmente toda la
comunicación sobre el tema y que estaba encantada por el modo en que se
habían conducido sus funciionarios. Nunca el que obedece ciegamente
termina siendo demasiado diferente al que lo manda.
Ayer, después
del anuncio de De Vido, volvió a tener su turno en el micrófono Schiavi.
Repitió conceptos del día anterior, excluyendo prudentemente las
barrabasadas antes mencionadas. Y se sintió necesitado de defender el modelo ferroviario vigente
, con fuerte participación del sector privado en ese amable viaje de
ida y de retorno. Lo hizo al refutar, esta vez sin exabruptos, la
editorial que firmó ayer el director del diario kirchnerista Tiempo Argentino
. El periodista Roberto Caballero, sin duda llevado por sus fervores y
por sus honestas convicciones, consideró que la tragedia de Once cerraba
el que llamó “círculo del menemismo ferroviario” y reclamó que todos los trenes pasen a la gestión estatal. Schiavi le recordó, suavemente, que una cosa es el palabrerío del relato y otra cosa son los negocios.
De paso, es interesante observar cómo desde sectores del cristinismo más duro se detectan recién ahora vestigios de menemismo
en la gestión, después de los cuatro años de Néstor y los cuatro
primeros de Cristina. Todo un hallazgo, la admisión en sí misma y el
hecho de hacerla pública. Allí hay dos lógicas, la declamada para
alimentar el relato y la efectivamente aplicada –incluyendo la reciente
alianza con Menem– que parecen destinadas a entrar en colisión algún
día.
Otro dato de ayer fue que, después de un primer día de
confusión, balbuceos y sensación de ausencia, hubo un esfuerzo notorio
del Gobierno por situarse en el centro de la escena mediática de la
tragedia. Temprano, Cristina mandó a dos ministros a decir cuánto habían
hecho para ayudar y cuánto prometían hacer para seguir ayudando a las
víctimas: Alicia Kirchner y Juan Manzur recitaron prolijamente sus
libretos. Poco más tarde hablaron De Vido y Schiavi.
Fórmula sencilla: las víctimas eran de todos, los méritos en el auxilio y la asistencia eran de ellos
. Mauricio Macri tomó nota y al rato montó su propio tinglado de elogio
a los funcionarios del SAME, Defensa Civil y hospitales, bajo
jurisdicción del Gobierno porteño.
Las cosas en su lugar: fue un
merecido tributo a esas mujeres y hombres anónimos que -igual que los
polícías y bomberos que dependen del Gobierno nacional- se metieron
hasta la verija en las entrañas del horror para ayudar a otros como
ellos, sin pensar a quién se le podía caer un voto.
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Comentarios