
¿Cuándo comienza el cambio?
Por Fabián Doman
Confesión inhabitual en un periodista, y menos de disciplina política:
en el 2015 voté a Mauricio Macri. Soy accionista de los genuinos, los
que conformamos el 24% del PRO en las PASO de agosto. Luego repetí mis
ganas de cambio en las elecciones generales de octubre y el ballotage de
noviembre.
Me alegré cuando ganó Macri. Pero lentamente me fui sorprendiendo. Y no
gratamente. Ni siquiera pasaron seis meses de gobierno, lo sé. Pero es
un tiempo más que prudencial para hacer un balance. Yo quería el cambio.
No hay más cepo, ni cadenas nacionales. Nadie me grita desde un
púlpito, ve conspiraciones internacionales donde no las hay, ni me
persigue por lo que digo, como tampoco está en riesgo mi trabajo de
periodista. Puedo informar y opinar según mi leal saber y entender. Y
esto es muy importante. Por lo menos para mi trabajo.
Pero no me alcanza.
Yo voté el cambio. Sin embargo:
1. No voté un ajuste.
Sí, un ordenamiento urgente del desastre de Cristina-Kicillof de los
últimos dos años de kirchnerismo como prólogo de un programa económico.
Se cumplió la promesa electoral del levantamiento del absurdo cepo –bien
ahí Macri y Prat Gay– pero después para combatir la inflación y
congelar el dólar llevaron las tasas del Banco Central al 37.5%. No voté
enfriar la economía para bajar la inflación, profundizando la caída del
PBI que dejo Cristina, agregando incertidumbre sobre el momento de la
recuperación del nivel de actividad.
2. No voté que un ministro, Juanjo Aranguren, diga que aumentos que
impactaron fuertemente en la gente, sobre todo en los de menor nivel
adquisitivo, fueron aplicados siguiendo una planilla de Excel. Ni que
tampoco que Prat Gay explique que la suba de la luz equivalía a "dos
pizzas grandes", que "Guillo" Dietrich aclare que el aumento de
colectivos y trenes "no es tan grande" o que Aranguren –a esta altura el
Luis D'Elía del gobierno macrista– diga que si la nafta sube "la gente
dejará de cargar". En el enunciado de frases poco felices debe agregarse
el insólito pedido de disculpas de Prat Gay a los empresarios
españoles, que le valió hasta la crítica de su jefa política, Elisa
Carrió.
3. Hablando de Carrió: no voté un amplio blanqueo de la plata negra de
la política de los últimos 10 años, permitiendo que ministros,
secretarios de Estado, diputados, senadores, gobernadores, jueces y
funcionarios de todo nivel traigan de afuera plata en efectivo para
introducirla en el circuito legal. Menos mal que Carrió se enteró a
través de una radio del disparate del proyecto original de blanqueo que
permitía que todos los funcionarios participaran.
4. Tampoco voté enterarme cada dos semanas de "novedades" –por decirlo de modo elegante– en el patrimonio del presidente Macri.
Ni las explicaciones "festilindo" familiares: la off shore en Panamá
fue responsabilidad del "padre" Franco, las otras dos no se sabe, Ángelo
Calcaterra –socio de Lázaro Báez y hasta cliente de La Rosadita– es un
"primo" ahora lejano, con el que Macri tiene diferencias, no conoce, y
no sabe quién es y al que "investigará". Menos quiero quedar pegado a
las grandes habilidades pictóricas de los contadores del Presidente,
haciéndonos creer que su patrimonio es de tan sólo 7 millones de
dólares, lo que lo convertiría en el rico más pobre del planeta.
Para declaraciones juradas truchas ya tenía la de Cristina –77 millones
de pesos, que crecieron bastante desde 2003, cuando la familia K
arrancço con 7 millones de pesos. Ah, lo de los préstamos del Presidente
al empresario Nicolás Caputo y al intendente de Lanús, Néstor Grindetti
–también con off shore en Panamá– parecen sacados del guion del Gran
Cuñado. Pero no. Son verdad.
5. No voté que la política exterior del país –otro de los grandes
defectos de Cristina– termine dependiendo de las legítimas aspiraciones
de Susana Malcorra de convertirse en la nueva Secretaria General de la
ONU. Ni que abandonemos al pueblo venezolano en su reclamo de democracia
para no molestar al régimen chavista en función de aquella campaña para
la ONU y evitar que vete la candidatura de nuestra canciller.
6. No
voté que cuando algún funcionario dice algo fuera de lugar, nadie del
gobierno salga a aclarar las cosas o enmendarlo. ¿No merecían Prat Gay,
Aranguren o Dietrich alguna "reprimenda pública" por sus dichos
desafortunados? ¿No sería esa tarea del Jefe de Gabinete? ¿Por
qué cada vez que se consulta algo a la Jefatura de Gabinete, la
respuesta una y otra vez es que no tienen nada que ver con ningún tema,
que cualquiera puede opinar, que estamos en una democracia (?) y que hay
que aprender a convivir con la diversidad y todas las frases hechas de
un manual de instrucción cívica de primer año?
7. No voté el desorden y la falta de una política clara en materia de seguridad.
Los ministros del área pueden no llevarse bien y hasta tener opiniones
diferentes, pero de ahí a negar la realidad, intentando argumentar que
la culpa de la inseguridad la tienen los medios y que las estadísticas
dicen que hay "menos" secuestros es kirchnerismo explícito. Es
demasiado.
8. Tampoco voté el conventillo interno de Cambiemos.
Carrió hablando mal del Papa, de Lorenzetti, de Daniel Angelici –el
operador judicial del Presidente– y ahora de Gabriela Michetti. Y menos
voté que Michetti salga corriendo al día siguiente que Carrió la mató en
tele, a echar a Ricardo Etchegaray de la AGN, para quedar bien con
ella. La cuestión en realidad no es por qué echaron a Etchegaray el
jueves, sino porque le aceptaron al peronismo su nombre para el cargo.
Ni que Prat Gay y Marcos Peña se lleven como perro y gato, como Rogelio
Frigerio y Aranguren, o Prat Gay y Sturzenegger, y sigue el listado de
disputas. Demasiadas peleas para tan pocos meses de gobierno.
9. No voté que el Presidente intente nombrar a dos jueces de la Corte Suprema por decreto.
10. No voté que se naturalice como algo saludable y positivo para la
democracia que cualquier gobernador ordene a sus diputados y senadores
votar cualquier cosa en el Congreso a cambio de recibir fondos. Se
supone que diputados y senadores votan de acuerdo a los mejores
proyectos de leyes y no dependiendo de las necesidades financieras de
los caciques provinciales. Sé que esto no es así y lo seguirá siendo:
quien gobierna "la caja" nacional podrá "comprar" votos enviando dinero a
las provincias. Lo que molesta es que ahora lo exhiban como el
normal funcionamiento de las instituciones. Traducción: más del
kirchnerismo explicito que se prometía combatir.
11. No voté que el Presidente esté ocupado todo el día de la AFA. No
está en discusión que los manejos del fútbol son un escándalo al punto
de que la Justicia debería declarar la quiebra de la institución y
tratar de meter presos a los dirigentes que se "comieron" los recursos
públicos de Futbol para Todos; pero de ahí a que el tema se convierta en
una cuestión de Estado, por el mero hecho de que un enemigo del
Presidente, como Hugo Moyano, pueda quedarse con la AFA, es demasiado.
12. No voté que Jaime Duran Barba nos regale por televisión una clase
sobre la falta de pobreza en el país, ni que nadie del gobierno salga a
aclarar sus dichos.
13. Voté que se terminen las cadenas nacionales, pero no que ahora estén definitivamente prohibidas. Los extremos, otra vez.
13. Voté que se terminen las cadenas nacionales, pero no que ahora estén definitivamente prohibidas. Los extremos, otra vez.
14. Voté que se cambien la absurda y persecutoria ley de medios del kirchnerismo. Pero no como se hizo.
15. No voté para que me digan que la inflación iba a ser del 20%-25%
anual cuando todo el mundo sabe que será más alta. No voté para que
insistan con el error y se ofendan cuando se les dice que la realidad es
distinta. De dogmáticos tenemos llena la memoria de la era K.
16. No voté para que un proyecto verdaderamente histórico y
trascendente como la reparación para dos millones y medio de jubilados
sea ensuciado por un blanqueo de plata negra de funcionarios.
17. No voté para que el Presidente reúna a su gabinete nacional para
escuchar obviedades de autoayuda casera, mientras crece la pobreza, la
inseguridad y nadie sabe explicar los criterios con los que se aplicó un
aumento general de tarifas.
18. No voté para que me digan que nos vamos a salvar con la llegada de
las inversiones en el "segundo semestre", que todo el mundo sabe que no
va a ocurrir (todavía). Ni para que me oculten la realidad: se van a
financiar con deuda. Todo bien. Pero digan la verdad.
19. No voté para que me hagan creer que el mundo económico está
pendiente de nosotros, cuando la realidad es que es así porque pagamos
tasas astronómicas para los niveles internacionales de los mercados
financieros.
20. No
voté para que aumente el déficit fiscal ni para pisar la caja del gasto
público frenando la obra pública recongelando la economía.
No quería más kirchnerismo. Y voté el cambio. El cambio que me prometieron.
No quería más kirchnerismo. Y voté el cambio. El cambio que me prometieron.
No hay más cadenas nacionales. Levantaron el cepo. Y vamos a pagar con orgullo una reparación histórica para los jubilados.
No me alcanza con confirmar que Lázaro Baez es un ladrón, que la
familia Kirchner no puede explicar ni cómo compró un escarbadiente y que
la Justicia Federal tiene demasiados defectos. Una cosa no quita la
otra.
El kirchnerismo no va a volver. Se terminó.
No me asusten más con Cristina.
Sé que ni siquiera pasaron seis meses.
Pero siento que no sólo el Presidente tiene arritmia.
Su gobierno también.
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