
Ensayo y error, la riesgosa fórmula del Gobierno
Por Julio Bárbaro
Cuando me sentí mal del corazón recurrí a Malvinas Argentinas, un
municipio que desarrolló un sistema de salud para la admiración de toda
la provincia, un logro que no ha tenido la suficiente difusión
periodística. Cuando me intervinieron en un sanatorio de Capital, el
médico al ver los análisis me dijo que él también se había formado en
Malvinas. Tanto la intendencia como los avances en salud y muchos
detalles más convierten a ese municipio sin duda en uno de los mejor
administrados. Sumemos además que enfrento al kirchnerismó, no tuvo
apoyo oficial, fue el único que les ganó en el 2011, y finalmente, con
todo el Estado a su lado, un miembro de La Cámpora se impone en la
última elección.
Pese a tantos logros, el nuevo joven de la Campora denunció esta semana que encontró una habitación privada para el intendente con caja fuerte y bodega.
Que a un kirchnerista lo asombre una caja fuerte es como que un
verdulero desconozca el tomate y la lechuga. Pero da bronca, muchos
periodistas se subieron a esta absurda denuncia sin analizar el conjunto
de lo construido por el intendente Cariglino, y olvidando que el joven
denunciante venía de una historia de esas que con solo mencionarlas
dejan en claro de quién se trata. Encontró una oficina privada en una
intendencia hecha a nuevo y que es una maravilla, pero él es un buen
kirchnerista, y odia las cajas fuertes, esas que todos los organismos
públicos tienen al igual que un privado para quien lo conduce.
Imaginamos que después de semejante denuncia ha decidido convertir ese
espacio privado en oficina publica, su coherencia lo obligaría a
hacerlo.
Vivimos un momento complejo. Es un logro que se vayan reduciendo los
sectores que apuestan al estallido y al conflicto globalizado para
intentar ejercer su poder al margen de la democracia. El peronismo toma
distancia del kirchnerismo, los duros de La Cámpora terminan convertidos
en un nuevo partido de izquierda, de esos que movilizan mucho en la
calle y casi nada en las urnas. Y los más se van convenciendo que sus
sueños de grandeza son recuerdos del pasado, un poco por oportunismo,
otro poco porque la realidad es dura y suele despertar conciencias
adormiladas. Conozco varios que ayer admiraban a Cristina y hoy se conforman con odiar a Macri.
El kirchnerismo agoniza, pero lo nuevo no se termina de asentar. Y lo
digo desde mi deseo de que las instituciones se consoliden lo antes
posible. Me enoja que en muchos casos tengan tanta falta de oficio, que
se juegue siempre con la teoría del ensayo y el error, con lo positivo
de que asumen cuando se equivocan, pero a veces olvidan que esa humildad
no puede repetirse al infinito, que corre el riesgo de pasar a ser
simple expresión de incapacidad.
El kirchnerismo agoniza, pero lo nuevo no se termina de asentar
Hay una nota
de Ernesto Tenembaum que reúne a Guillermo Moreno y César Milani que me
pareció una maravilla, fruto de un periodista que luchó fuerte por no
caer en la grieta, por no ser parte de un bando, pero en ese artículo en
particular se enoja y deja de intentar la virtud de la distancia, pega
fuerte y tiene sobrada autoridad para hacerlo. Y una columna de Federico Pinedo en La Nación
que también me pareció un intento de ponerse por encima de la pequeñez y
convocar a lo más importante, a la unidad nacional. Pinedo logra
reivindicar las virtudes de cada una de las partes para forjar un futuro
de encuentros. Cito a ambos porque me marcan un camino entre lo que
debemos superar y adonde debemos apuntar.
Nuestra sociedad vive un momento de pasión por la política como hace
muchos años no se daba. Los medios de comunicación desnudan corrupciones
junto a pobreza de ideas, los funcionarios están obligados a abandonar
la clandestinidad, ese oscuro espacio que la desidia de los votantes les
permitió ocupar a los peores corruptos. La política recupera su valor
como espacio del talento y el proyecto, de la transparencia y la pasión.
Nunca es fácil entender la importancia del momento que estamos viviendo, pero sin duda transitamos una etapa fundacional,
no por la dimensión de los gobernantes ni la oposición, sino por la
enorme pasión que la sociedad le impone a la política. Y ese es el único
camino que asegura un mejor futuro, es la única razón que nos permite
ser optimistas, no importa la dimensión de las dificultades, con la
energía colectiva que vivimos no hay duda que terminaremos encontrando
la salida. Recuperar la esperanza solo es posible como logro colectivo,
estamos superando la confrontación como política de Estado. El dialogo
es el camino, nada es fácil, pero la mejoría es un objetivo posible.
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